Dolors Miquel

They made this city to confuse us. You enter following the thread of memory. Each walking his own thread. They are all different. Every exit different. The guides take us there. You go inside. You will never remember this place. There are letters and numbers. Sacred trees. Priestesses transformed into wild birds. Prophecies. We walk along with other people. I won’t know how to go back there either. We walk among cypresses. Voluptuous. We like the cypresses. And also the oaks. Put me in an oak, like the Roudoreda.* Even dead you can’t stop kidding around. But I don’t laugh. Even if you get angry. Blind Borges says that we are in a maze. I say one made out of Fog. It has a mute not a blind odor. And it knows how to transform facades. I won’t know my way back there. I tell you now while we are still together. While passing by effigies and angels. So you will know. In fact, one cannot go back anywhere. One always arrives a first time. Eternally one can only ever arrive once. You will stay here. If love were eternal, my voice wouldn’t be hidden behind my lips like a girl frightened by a stone-cold shock. From a blow to the heart. By a hard shock. Stone and wood. Wood gnawing at stone. The wet sound of cement, so moist, so absolutely sexual and humid. Penetrating. Terrifying like a rape. Pushing the rapist. Sweat beads falling on the non-existent belly, immobilizing me. Men's voices stop the crime. You are inside. I will not know my way back there. I toss rough balls of cypress up into the sky. Millions of unconnected words pass through my voice.

Hicieron esta ciudad para confundirnos. Se entra siguiendo el hilo de la memoria. Cada caminante, su hilo. Son todos diferentes. Diferentes todas las salidas. Los guías nos conducen. Tú vas adentro. Nunca recordarás este lugar. Hay letras y números. Árboles sagrados. Sacerdotisas transformadas en aves salvajes. Profecías. Caminamos con gente. Yo tampoco sabré volver. Vamos entre cipreses. Voluptuosos. Los cipreses nos gustan. Y también los robles. Méteme dentro de un roble, como la Robloreda. Ni muerto puedes dejar de hacer bromas. Pero no te las río. Aunque te enfades. El ciego Borges dice que estamos dentro de un laberinto. Yo digo que Niebla. Que tiene olor mudo y no ciego. Y sabe transformar las fachadas. No sabré volver. Te lo digo ahora que todavía estamos juntos. Mientras cruzamos efigies y ángeles. Para que lo sepas. De hecho, no se puede volver a ninguna parte. Siempre se llega por primera vez. Solo se llega, continuamente. Tú te quedarás aquí. Si el amor fuese eterno, no se me quedaría la voz escondida detrás de los labios como a una niña muy, pero que muy asustada de la sacudida seca. Del golpe en el corazón. De la sacudida dura. Piedra y madera. Madera mordiendo la piedra. Sonido mojado de cemento, tan mojado, tan absolutamente sexual y húmedo. Penetrante. Aterrador como una violación. Empuja el violador. Caen gotas de sudor sobre el no-vientre. Me inmovilizan. Las voces de los hombres detienen el crimen. Tú estás dentro. Ya no sabré volver. Lanzo al cielo ásperas bolas de ciprés. Millones de palabras inconexas me cruzan la voz.