mirás la frontera más allá de los ojos. una aldea
de casas dispersas, cuya piel se desprende a jirones.
vos en tus cuartos de niño. detrás, caminos
que encierran la mirada. el dolor de estómago
de sentirse pequeño. el bosque
con las balas que te apuntan a vos.

el padre cansado de callar. la madre
cansada de callar. ninguna palabra
que los lleve de regreso. no vuelven al hogar
hasta la muerte que por un instante
anula el tiempo. la frontera empieza
en esos ojos, allá adelante. soldados, papeles, yo

voy a pie, con los ojos del padre
que me aprieta fuerte la mano y las perlas
en las pestañas de mamá que guardo bajo la cama
en cajas de cigarros vacíos y que se opacan
cada vez que abro una caja. alguien me contó
que en el bosque hay fusiles enterrados:

desde entonces los árboles se dispararon
hacia el cielo, que aquí desapareció.
sólo presto atención al camino para encontrar
la salida antes de que se anuncie la noche.
únicamente cuando estoy solo en el cuarto me duermo
con la luz prendida, que se dispersa.