cómo son nuestras ciudades

cómo los pueblos.

una casa junto a otra

carreteras imprevisibles

vehículos a raudales  

sonidos incontables.

cualquier hábito es costumbre

y la costumbre la razón de sollozar 

y cuando al mortal lo llevan o de él se despiden

y cuando los policías al mediodía se reúnen en enjambres

y cuando tantas descripciones se depositan ordenadamente en sacos impermeables.   

cuántas cosas hay nadie lo sabe

y el saber de antaño sin embargo fue más fiable

la firma de un comisario o del oficinista superior

una figura que garantiza sabiduría que no se olvida

a él todavía hoy le cazan desde aeronaves tirando órdenes de busca y captura

hombres sin nombres

mujeres sin pasión

porteros sin notoria diligencia.

se husmean huesos y caderas artificiales

se radiografían brazos y mandíbulas de hierro

y se despachan sin grandes palabras.  

y cuando por la calle pasas en todos los balcones hay un puñado de profetas

algunos se suben en un cajón de madera solo para superarnos en altura

para desde arriba engastarnos la verdad en la cabeza

a donde quiera que te gires todo son promesas

de las pantallas gritan que ha llegado el día de la decisión

que ha llegado el momento que no hay que perder

y que han encontrado el mirador del que más lejos se ve.

si te paras no sabes lo que durará

si te sientas perderás el autobús

si te pones a pensar te olvidarás adónde te ibas.