Laura Wittner
Vida de hotel
Vida de hotel
Fruta pelada en platos blancos:
toronja rosa, naranja sosa,
melón ardiente, guayaba moza.
Plátano verde para tostones,
banana blanca, arrodajada,
deshecha a fuerza de cuchillo y tenedor.
Furioso chorro del café negro
que inunda la taza, mezcla
el sarro multilingüe,
la brisa tempranera,
marina punteada de nada, lisa.
De prisa, de prisa:
iremos corriendo al agua.
Líneas de sol en la guacaleta
que se vuelven redondeles y espirales
por andar confundidas con las hojas.
Quiero hablar, quiero cantar,
quiero cantar hablando
y hablar cantando pero no puedo:
me sale este runrún sureño,
asoberbiado. Soy sobria, soy tonta,
me enrollo el corpiño en una mano y nado.
Escucho mi respiración, él escucha la suya,
pero vamos juntos a ver peces.
Inspirar, exhalar, inspirar, exhalar,
me mira desde el visor y entre nosotros
se pasea el negro y amarillo pez a rayas.
Tras el pez, el pez viene tras nosotros,
frutas, pez y nadadores
enamorados: una disposición ikebanesca,
naturaleza viva, retrato a la acuarela,
modelos para una abigarrada
versión del origami vegetal.