Sergio Raimondi
Literatura y Aduana
Literatura y Aduana
No por insertar el cardo en el surco del verso
el verso se hará local, el tema no es el tema,
y cuando se habla de importación convendría
desagregar: no es lo mismo traer trilladoras
que tejidos de lana y algodón de Manchester,
porque si lo primero se justificaba en nombre
de la imposibilidad de una producción propia,
lo segundo arruinaba cultivos y artesanía
de antigua data y también, en el trac trac trac,
la canción que se cantaba en la labor de telar.
Se pretendió una literatura útil y nacional
con la intención feroz de quebrar en la lengua
cualquier vestigio que remontara a la colonia
(véanse las románticas declaraciones vertidas
por los jóvenes en la fundación de “El Salón”),
pero el estro económico y sostén del proyecto
vaciaba la posibilidad misma de, por lo menos,
plantear la hipótesis. Otro manifiesto literario
de la época era en este sentido la ley protectora
de Aduanas sellada por Rosas en el treinta y seis,
aunque enconteces poder establecer diferencias
de criterio sin impugnar el todo les hubiera sido
tan imposible como pretender conjugar la sofía
de Minerva con la intelegencia de un rastreador.