Tálata Rodríguez
Agua de puerto
Agua de puerto
Al entierro del estibador
no fue nadie.
Se quedó sin conocer el mar,
nunca quiso
navegar embarcado
porque prefería estar en tierra,
cargando y descargando
lo que tuviera a mano
Habia barcos que no sabía
ni de dónde venían
ni hacía dónde iban.
Le tocó una vez
vaciar unos contenedores
abollados por un tifón
Encontró restos de sangre
entre los bultos que llevaba
En temporadas de poco trabajo
vestía prolijamente
cuidándose de no ser elegante
para que así,
lo eligieran
entre las turbas de hombres
perfumados por el hambre.
Días pasaban
o semanas,
sin que lo señalaran
pero él igual iba al puerto,
si no estaba ahí
¿adónde habría estado?
Esas aves que vió,
ese presidente comunista
que lo saludó apretándole la mano,
esas mujeres por las que pasó…
En su corazón
todos eran iguales
y estaban igual de lejos
que esas naves que veía
alejándose irreversibles
El sol en el horizonte
se apaga un poco,
ya es casi de noche.
Una gaviota tuerta
hace equilibrio
en el mástil de un navío
que hubieras tenido que descargar.
¡Estibador que estiba
acomodando sus problemas!
Ahora que estás en la tierra
ya no te procupes por el mar,
tu ataúd es un barco varado
cubierto en su sepultura
por cemento y azulejos
en él, harás un gran viaje
y el viento azotará
por siempre
las velas de tus venas.