Diana Vallejo
Los viejos
Los viejos
A los viejos…los hombres que van quedando
con su cuerpo lento, con su barco inerte
a los hombres que van quedándose en el viento con la mente
los pescadores de alientos
esos…
se llevan sus redes al silencio.
Se suben, se bajan de sus buses
se bajan como dioses blancos
como aves negras
y vuelan entre las butacas
entre las cascabeles de los marinos.
Usan un bastón,
un bastón de espadas
guerrero de las cartas
en éste pendenciero mundo de la nada.
A esos, a quiénes hartan los transeúntes
suben temerosos a la esquina del olvido
suben temerosos a los bancos del silencio
despaciosos, omniscientes, extinguiéndose en la muerte
arremansan calma
tirándose los cuerpos desde el vientre.
A las viejas que estallan en las risas de rumores
a las viejas que como alcancías se despliegan
en colores, en ventanas, en siluetas
a las viejas que con cantos festejan el llanto viudo
y a las otras que encienden velas en su palco
por un hombre ido, por un hijo muerto
les doy un beso en la frente.
A los hombres viejos que van quedando
en el pasto de la muerte
les doy un beso en la frente,
ésta mi testa.
Al beso errante que se esconde en la butaca
con un par de zarcillos luminosos
que no se prenden en los ojos
por ser recuerdo, por ser memoria
por ser una vena erecta,
una vieja en la carne, una mujer amada
una vieja que se mete apacible en su ventana
les doy un beso en la frente, mi frente.
A esas viejas que como fractura
se comen a galletas
el brote de los hombres
que cae en sus melenas
les doy un beso en la frente, mi frente.
Esos viejos
con la muerte como almohada
que susurra en sus oídos
una canción de cuna
una canción de amor
van apretándose la vida
en esos guantes calcáreos
de calcio y de dolor.