Julia Wong Kcomt
Caja chica
Caja chica
I
Tengo la edad de mi madre
Ahora que ya no está / el espejo opaco es más opaco
Apenas refleja un puño de viento
Me enaltece / he crecido con su muerte
Por fin existo –pienso–
Me froto las manos / pero son las de ella
Aprieto sus dedos fracturados:
Son mis dedos con un aro de matrimonio ajeno
Es azul zafiro / azul balde de plástico donde me enjuagaba
Ahora que mi madre ha muerto
Tengo su edad y sus ojos
Cuento los centavos como ella lo hacía
Cuento los papeles de dinero chino para quemar
Y no encuentro fósforos / ni candela
Ella era el fuego
II
Me siento al borde de la cama
Así se sentaba mi madre cuando rezaba
«¿A quién le rezas? ¿Hablas con alguien?»
–Pregunté una alborada en que Lima estaba peleando contra Lima
En un amanecer bochornoso de Chepén destruyendo a Chepén–
«No sé» respondía
No sé si hay alguien arriba o abajo
Creo que todo está aquí en la tienda
Mi escritorio oxidado es el territorio del amor
«Mamá»
Le volví a preguntar
«¿Sabes qué es lujuria / qué es coger o enamorarse?»
Ella abre su monedero / así / al borde de la cama
Y cuenta una a una las monedas oxidadas
«Toma» me dice
«Tres son para ti / una para los pobres
Y cinco para que te vayas a Buenos Aires»
Se acomoda otra vez al borde
Y continúa rezando
III
Recuerdo los labios de mi mamá
Casi nunca se los pintó
Cuando joven sí / y el día del matrimonio
Mi padre la escogió entre las damas chinas de la colonia
Porque ella tenía un problema cutáneo
Las terribles marcas del acné / grano espasmódico
Recuerdo mucho a mi mamá y el jo lan tau
«Yo saltaba la soga desde mi casa al puente de Sullana» contaba
«Luego nos bañábamos en el río buscando desinflar
Nuestros estómagos
Las damas con granos en la cara sabían asesinar insectos»
Sus labios están oscuros ahora
Recuerdo mucho a mi mamá
Nuestras muertas nos unen más que nuestros vivos
Los vivos somos una colmena en guerra
Picamos / embestimos / nuestra saliva está envenenada
Tragamos del otro hasta indigestarnos
Escupimos a escondidas sobre el vecino feliz o sus mascotas
Los muertos nos vigilan solemnes y endulzados
Sus ojos son hortensias salvajes / de esas que nadie corta
Cosen en el aire las palabras no dichas y nos curan…
Los vivos –en cambio– tenemos un degolladero en ciernes
Hoy he recordado mucho a mi mamá
Aunque no he llorado
Las flores celestes en el jarrón de nieve parecen erguidas
Y aunque vivas / son buenas