Nancy Morejón
Restos del Coral Island
Restos del Coral Island
« Esa chatarra que se ve en la orilla
son los restos del Coral Island »,
decía mi padre
hechizado por las columnas de luz blanca
que levitaban de los huecos rojizos
que tal vez sirvieron de anteojos
a la proa de ese gran trasatlántico
que dice mi padre era el Coral Island.
Vamos sentados en un ómnibus cotidiano,
rápido y calurosa como este mes de julio de 1986.
No quise preguntarle porque me dio un vuelco el corazón.
Un zumbido de mariposas también me impidió hacer preguntas.
Mi padre me miró de un modo peculiar.
¿Habíamos entrado los dos
a reconocernos en aquel himno del pasado?
Mi padre y yo mirándonos sin decir nada.
Yo sólo tenía oídos para escuchar el chirriar de las olas
contra los hierros tutelares del Coral Island.
Y pensé en una historia de amor,
en una pasión desmoronada sobre dientes de perro y espuma de mar.
Una loca pasión bien muerta,
fenecida,
de la que ni siquiera se desprende ya
una columna de luz blanca
ni ei portento a la vista que se llamó,
alguna vez, el Coral Island.
« Esa chatarra que se ve en la orilla
son los restos del Coral Island »,
volvía a decir mi padre sin mirarme.