Julián Herbert
El infierno de mimbre
El infierno de mimbre
Aburrido de que las vacas deban ser divertidas,
de los zafiros en derribo y la frambuesa congelada,
de lo sublime como psicosis con licencia de manejo,
de los concursos de belleza poética,
de los concursos de belleza política,
de Aldebarán y de otros nombres
igualmente tendenciosos,
aburrido de pasear (con papelitos en la mano)
por galerías llenas de escombro,
aburrido del gran Mall metafísico,
de la pájara pinta o la pájara pantera,
aburrido de ser hijo de Orfeo
y cantar todo esto en un orfelinato,
aburrido de bajar al infierno de mimbre
en busca de una aguja.