Frank Báez
Breve conversación con el mar Caribe
Breve conversación con el mar Caribe
Te cuento que el otro día conocí
al mar Mediterráneo y fue un poco
como conocer un actor olvidado.
Caminé por el malecón oyendo
sus olas que sonaban como
la tos de un Joe Pesci asmático.
Aunque más que un actor olvidado
el mar recordaba las momias que
exhiben en el museo del Cairo.
Nada que ver contigo, mar Caribe,
que esta tarde tienes tanto vigor que
parece que vienes del gimnasio.
No sé si te prefiero cuando
te tiendes manso y reposas como
un león en medio de la pradera.
O cuando te enfureces y ruges
e intentas sodomizar la costa
a la manera de Marlon Brando
en El último Tango en París.
Los pelícanos y las gaviotas se
te escurren de los dedos cuando
intentas atraparlos, es como si
quisieras salirte del lecho,
pero tus cadenas te sostienen
con tanta fuerza que no te queda
de otra que gritar y despotricar.
Di la verdad, ¿no te molestan
los cruceros con ancianos
y toda esa basura que te arrojamos?
Te hemos envenenado, contaminado.
El año pasado tus costas tenían
tantas algas que parecía que
en nuestras playas un turista
te contagió la sífilis.
Yo me dije esto se ve feo.
Y me pregunté si este no era el fin.
Pero en vez de mandar un tsunami
y desquitarte de nuestras ciudades
y borrar del mapa a Miami,
volviste a pacer tu rebaño de olas
que balaban en paz y en armonía
a lo largo y ancho de la costa.
¿Qué más te digo? Eres el mar
de mi infancia, me he pasado
la vida descifrando tus palabras.
Ambos hemos envejecido, pero
a pesar del paso del tiempo
sigo viniendo a este arrecife
a conversar contigo con la
misma inocencia de cuando
era niño y paseando por
tus playas recogí una caracola
y me la llevé al oído y tú me
hablaste por primera vez.