Juana Adcock
CRÓNICA POTOSINA
CRÓNICA POTOSINA
Habíamos ignorado a un muchacho
con ojos de barranco.
Nos habíamos balanceado en la orilla clara: esa era
la forma última de hacer, que es morir.
Cómo por los pasillos andábamos diciendo “no sé
quién soy, de dónde vengo, a dónde voy”
con la voz posada en la orilla de la nariz,
atorándose en las fosas.
Nos pidieron cavar nuestras propias tumbas.
Nos tenían cavando.
Nos orinaron encima, nos prendieron fuego.
Ni siquiera se molestaron en quemarnos por completo.
¿Cómo se disuelve un cuerpo?
¿Cómo, por los cerros,
andábamos buscando?
Quiero encontrar todo lo inédito.
Qué ha vivido el corazón de un hombre
para ser capaz de esto.
Qué ha vivido el corazón de un hombre
después de las barbaries cometidas.
Cómo arranca un trozo de tortilla
para pizcar un poco de frijol,
con qué gusto se lo mete a la boca,
y aspira por la /iːʂ/ de lo picante,
o lo doloroso.
Quiero meterme en su corazón de paja.
Bailar banda en la angostura de la mesa.
Amarlo.
*