Juan Vicente Piqueras
Wuang Shi, pirata retirado, habla en su fiesta de cumpleanos en el hospital de Ching Pei a sus amigos e invitados imaginarios
Wuang Shi, pirata retirado, habla en su fiesta de cumpleanos en el hospital de Ching Pei a sus amigos e invitados imaginarios
a Rafa Rodríguez
Se ha perdido el honor.
Como si fuera el tiempo
o la vida o el rumbo o la paciencia
se ha perdido el honor. Allá nosotros.
Todos sabéis quién soy y no diré
mi nombre ni mi estirpe
pues sería ofenderos.
Yo nací en una playa de un mar muerto
y he pasado mi vida
vendiendo esclavos y comprando amor.
¡Miradme bien, miradme y esuchadme en silencio!
¡Miradme aquí y sí! ¡Evitad el llanto!
Odio la compasion. Amo el mar y la muerte.
Odio la compasión como odio el miedo,
los museos marítimos, las lágrimas.
Crecí en un puerto de color soñado
entre un olor a viajes y a sangre de traidores.
Mi escuela fue la sed. Y del mar aprendí
una brutal lección de transparencia.
Apenas sé leer
y mi único verso verdadero
es la linea sin fin del horizonte.
¿A qué debo esas caras?
¿Miráis las cicatrices de la mía?
Mis ojos están tristes y no han llorado nunca
pero mi pecho tiene talante de tormenta.
¡No me miréis así como jueces piadosos!
¿Por que fingir tristeza? Odio la compasión.
Se ha perdido el honor. Como se pierde todo.
Si ya no vendo esclavos ni me venden amor,
si hoy escucho mi nombre y veo un barco hundirse,
si no sé por qué os hablo ni si me estáis oyendo,
si el mar me ha despojado de cuanto me dio un día
y sólo sobrevivo y ya parezco
una estrella de mar que al bajar la marea
ha quedado en la arena, bajo el sol, dibujando
su agonía en extraños garabatos,
a quién le importa, qué podéis hacer.
Hoy cumplo un año más. Ni los recuerdo.
Tengo una edad estúpida, idónea para nada.
No hay motivos de júbilo. Tampoco de tristeza.
Perdonad la molestia y la ceniza
de estas palabras, de esta vieja voz.
Bebamos simplemente y en silencio,
intentando olvidar que estamos muertos.
Gracias por la visita, amigos míos.
Se ha perdido el honor. Y nada más.