Johanna Schwering
allemand
Carmen
Preparar chayotes es un acto recurrente que irremediablemente
me recuerda a mi abuela:
Carmen:
la que lloró de rabia y lo aborreció todo el día
en que la muerte se sentó en la orilla de su cama;
la de los aires de grandeza y familia aristocrática
la de liposucción y estiramiento y dentadura nueva
27 años, ha.
Preparar chayotes, parirlos…
La de la Viuda Negra, Cherry and Grand Marnier y Johnny Walker red, blue
and black label:
nombres que pronunciaba con mucha clase y que
traía de la frontera.
Jugaba a policías y ladrones —amasaba una fortuna, dijeron—
Carmen Capone del Peralvillo Orol,
bodegones de tapanco en vecindad que decía: muy decente.
Carmen de Tokio, Madrid, Turquía, siempre tendrá un París,
sus propiedades, sus fincas: hacendada, acorazada, mi abuela
la de las acumulaciones.
Nació en el 27, siglo XX, bailaba a escondidas de su madre, instantes
de su fugacidad;
zurcía las medias hilo a hilo, eso dijo: “allá en la Guerra”
mientras grandes abría los ojos.
“Ponles sal, ráyalos muy fino”, también decía.
Yo le quería con toda el alma,
como se quiere sólo una vez
eso llorando cantaba con los ojos y nadie la veía, mi abuela:
la que jamás llamó a mis novios por su nombre y se reía.
La que a lomo de mula partió en busca de su hijo, el pródigo que vino a
morírsele en los brazos: San Marcos, Querétaro, Vallarta,
a lomo de mula, el loco,
el artesano, su oveja descarriada.
Carmen, la que se iba al teatro sola: Broadway decía también Las Vegas,
Avenida Juárez.
La de zapato fino y maquillaje, afeites de una Carmen Bovary, y alguna vez
fue dulce:
recogió el cabello de mi madre y la besó y le dijo que era buena.
Sicialianos por salecianos les decía a los padres de la Cosa Nostra Don
Bosco, sonrojada ante sus hijas las maestras;
la aristócrata, descendiente de un poeta xochimilquense
ya olvidado, y
malamente muy romántico, abuela.
La que cultivó canarios a la muerte del abuelo y dejó de bailar.
Preparar, chayotes, parirlos.
La de los últimos días de costumbres japonesas, la abuela de kimono,
faroles, cajitas rojas,
porcelanas y zapatillas de dormir muy breves:
Carmen.
Extrait de: De lo perdido, lo hallado
Conaculta, 2015
Production audio: Haus für Poesie, 2016
Carmen
Immer, wenn ich Chayotes zubereite, muss ich unweigerlich
an meine Oma denken:
Carmen:
die vor Wut weinte und sich über alles aufregte am Tag
als der Tod sich an ihr Bett setzte;
die mit dem Leben auf großem Fuß und der aristokratischen
Familie
die mit dem Fettabsaugen und dem Facelifting und dem neuen
Gebiss
vor siebenundzwanzig Jahren.
Chayotes zubereiten, eine schwere Geburt …
Die mit der Schwarzen Witwe, mit Cherry and Grand Marnier und Johnny
Walker red, blue and black label:
Namen, die sie sehr distinguiert aussprach und von der Grenze
mitbrachte.
Sie spielte Räuber und Gendarm – häufte angeblich ein
Vermögen an –
die Carmen Capone des mexikanischen Films,
Zimmer mit Stockbetten in Peralvillo, anständiges Viertel, fand sie.
Carmen von Tokio, Madrid, Istanbul, ein Paris wird ihr immer
bleiben,
ihre Güter, ihre Häuser: gepanzerte Großgrundbesitzerin,
meine Oma, die scheffelte.
Sie war Jahrgang 27, 20. Jahrhundert, tanzte nur, wenn ihre Mutter sie
nicht sah, ihre flüchtigen Momente;
sie stopfte die Strümpfe gewissenhaft, so sagte sie: „drüben im
Krieg“, und riss die Augen weit auf.
„Tu Salz dran, reibe sie fein“, das sagte sie auch.
Ich liebte ihn von Herzen,
wie man nur einmal liebt
so sang sie weinend mit ihren Augen und niemand sah sie, meine Oma:
die meine Männer nie beim Namen nannte und lachte.
Die ein Maultier sattelte und sich auf den Weg machte, ihren Sohn
zu suchen, den verlorenen, der zurückkam, um
in ihren Armen zu sterben: San Marcos, Querétaro, Vallarta, zu
Maultier, der Verrückte,
der Kunsthandwerker, ihr verirrtes Schäfchen.
Carmen, die allein ins Theater ging: Broadway, sagte sie, Las Vegas
und Avenida Juárez auch.
Die mit den schicken Schuhen, mit Schminke und Schmuck wie eine
Carmen Bovary, die auch mal
sanft war:
sie strich das Haar meiner Mutter zurück, küsste sie und nannte
sie ein gutes Kind.
Sizilianer nannte sie die Salesianerpriester der Cosa Nostra Don
Bosco, errötete vor ihren Töchtern, den Lehrerinnen;
die Aristokratin, Nachfahrin eines Dichters aus Xochimilco, der
vergessen und
furchtbar romantisch war, Oma.
Die Kanarienvögel hielt, nachdem der Opa gestorben war, und
aufhörte zu tanzen.
Chayotes zubereiten, schwere Geburt.
Ihre letzten Tage in japanischer Tradition, die Oma mit dem
Kimono, den Lampions, roten Schachteln,
Porzellan und sehr kleinen Schlafschühchen:
Carmen.
Aus: Park. Zeitschrift für neue Literatur, Nr. 70, Frühjahr 2018