Lorraine Caputo
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Los viejos
A los viejos…los hombres que van quedando
con su cuerpo lento, con su barco inerte
a los hombres que van quedándose en el viento con la mente
los pescadores de alientos
esos…
se llevan sus redes al silencio.
Se suben, se bajan de sus buses
se bajan como dioses blancos
como aves negras
y vuelan entre las butacas
entre las cascabeles de los marinos.
Usan un bastón,
un bastón de espadas
guerrero de las cartas
en éste pendenciero mundo de la nada.
A esos, a quiénes hartan los transeúntes
suben temerosos a la esquina del olvido
suben temerosos a los bancos del silencio
despaciosos, omniscientes, extinguiéndose en la muerte
arremansan calma
tirándose los cuerpos desde el vientre.
A las viejas que estallan en las risas de rumores
a las viejas que como alcancías se despliegan
en colores, en ventanas, en siluetas
a las viejas que con cantos festejan el llanto viudo
y a las otras que encienden velas en su palco
por un hombre ido, por un hijo muerto
les doy un beso en la frente.
A los hombres viejos que van quedando
en el pasto de la muerte
les doy un beso en la frente,
ésta mi testa.
Al beso errante que se esconde en la butaca
con un par de zarcillos luminosos
que no se prenden en los ojos
por ser recuerdo, por ser memoria
por ser una vena erecta,
una vieja en la carne, una mujer amada
una vieja que se mete apacible en su ventana
les doy un beso en la frente, mi frente.
A esas viejas que como fractura
se comen a galletas
el brote de los hombres
que cae en sus melenas
les doy un beso en la frente, mi frente.
Esos viejos
con la muerte como almohada
que susurra en sus oídos
una canción de cuna
una canción de amor
van apretándose la vida
en esos guantes calcáreos
de calcio y de dolor.
Audio production: ICORN, Sweden, 2014
Old Folk
To the old folk … the men who are left
with their slow bodies, with their becalmed boats
to the men who are left with their minds in the wind
fishermen of breath
those …
they carry their silenced nets.
They get on, they get off their buses
they descend like white gods
like black birds
and fly between the seats
between the seamen’s bells.
They use a cane,
a cane of swords
warrior of the cards
in this tempestuous world
of nothingness.
To those, who irritate passersby
fearfully they climb up to the corner of forgetfulness
fearfully they climb up to the benches of silence
slow, wise, drowning in death
gathering calm
pulling bodies from the womb.
To the old women who burst into hissing laughter
to the old women who like terracotta pots display themselves
in colors, in windows, in silhouettes
to the old women who sing widow’s wails
and to the others who light candles on their balcony
for a man who has left, for a son who has died
I kiss their foreheads
To the old men who are left
in the pastures of death
I kiss their foreheads,
this, my forehead.
A fleeting kiss hidden in the seat
with a pair of luminescent earrings
that do not catch the eye
to be remembered, to be a memory
to be an bulging vein
an old woman in the flesh, a beloved woman
an old women who gently climbs into her window
I kiss their foreheads, my forehead.
To those old women who break,
are eaten up like crackers
crumbles of men
that fall into their unkempt hair
I kiss their foreheads, my forehead.
Those old folk
with death like a pillow
whispering in their ears
a cradlesong
a love song
they keep squeezing life
into those chalky gloves
of bone meal and pain.