A su reminiscencia

Estos árboles como dientes de leche
del planeta, moviéndose a la luz
de un arrebato sigiloso. Desaparecen
los rostros y eran nubes.

Huella, huella del viento. Adentro
de la ropa. ¿En el viento no se puede
creer? Remolino fatal de lo secreto,
rumor de otros oros que declinan:

nada, la abundancia. Morada que contigo
va. Junco en el timbal de la lluvia:
giraste, penumbra. Raíces al aire
los momentos en su dilución

copiando el ácido, espora en lo facetado
de lo hueco. ¿Tras irradiar tempestad
subsiste un núcleo? Te arrebató
la colina de un desprendimiento: hoja,

pestaña, pez, espira en el barro
que te cala. Éramos vástagos
de la suspensión y de las fuerzas
encontradas tiempo adentro.

Arrecife de veladuras después.
Éramos los primeros moradores
del estanque que se enamora
de la mariposa irisada por su

sombra. Pero hundiste la diestra:
matas. Una corteza, piel de tapir
recién salido del agua. Resplandor
de quietas dinastías, sudario

para tu oscura inocencia. «¿En la
última región serás mi máscara?»
Inconcluso el ángel frente al mar
de lo que nace.

Baila esta inminencia, este minuto.
Alturas de las alturas de las.
Junco en un centro de voces. Fuego
en los pigmentos que un colibrí

rocía. Desátate la máscara de pasto.
Baila la veladura de las plumas.
Estás en tu casa. Estás en tu pieza
asomándote hacia la curva momentánea

que del camino que se pierde hace
una pista: hongo en corteza,
vida en blanco
y objetos dejados a la vista.

© Reynaldo Jiménez
From: La curva del eco
Madrid: Masmédula, 2008
Audio production: Haus für Poesie, 2016

Ihrem Anklang

Diese Bäume wie Milchzähne
des blauen Planeten, bewegen sich im Licht
einer mundfaulen Furore. Verschwinden
die Gesichter und waren Wolken.

Spur, Spur des Winds. In
der Kleidung. An den Wind kann man nicht
glauben? Übler Wirbel des Klandestinen,
Munkeln anderer abnehmender Golde:

Nichts, das Übermaß. Wohnung die mit Dir
geht. Schilf auf der Regenpauke:
Du hast Dich gedreht, Halbschatten. Luftwurzeln
die Augenblicke in ihrer Verdünnung

mimen die Säure, Sporen im Schliff
dieser Höhlung. Nach dem Unwetterstrahlen
bist Du einen Kern aufgestiegen? Hingerissen
hat Dich der Hügel einer Abplatzung: Blatt,

Wimper, Wimp, Entwindung im Matsch
der Dich durchnässt. Wir waren Zapfen
aus Aufhebung und Kräften
die wir im Währenddessen fanden.

Riff aus Späterlasuren.
Wir waren die ersten Bewohner
des Bassins das sich verliebt
in den Falter der schimmert durch seinen

Schatten. Doch Du hast reingehauen:
tötest. Eine Rinde, Tapirhaut
frisch aus dem Wasser. Glanz
ruhender Dynastien, Schweißtuch

für Deine trübe Unschuld. »In der
letzten Gegend wirst Du meine Maske sein?«
Unvollendet der Bote gegenüber dem Meer
dessen was zur Welt kommt.

Dieses Bevorstehen tanzt, diese Minute.
Höhen der Höhen der.
Schilf inmitten von Stimmen. Feuer
in den Pigmenten die ein Kolibri

benetzt. Nimm die Rasenmaske ab.
Tanz die Lasur der Federn.
Du bist zu Hause. Bist in Deinem Zimmer
lehnst Dich zur kurzzeitigen Krümmung

die aus dem Weg der sich verliert eine
Bahn macht: Pilz auf Rinde,
Leben auf Weiß,
und Dinge, dem Blick überlassen.

Übersetzt von Léonce W. Lupette