Aritmetica

La aritmética fue inventada un día de lluvia por un señor que no tenía nada
mejor que hacer que contar las gotas que caían de su viejo sombrero de
rabino escéptico.

La aritmética fue inventada por un señor que quería comprar un autobús
de segunda mano y sólo tenía mil pesetas de las de entonces.

La aritmética fue inventada por un señor que tenía una cuñada aburrida y
patizamba, que caminaba de dos en dos, y resoplaba de cuatro en cuatro,
al subir los veinte peldaños de la escalera de su casa.

La aritmética fue inventada por un señor que se subió a la cima del mundo
y dijo: seis mares, tres árboles, doce postes de teléfono, un coche y treinta
sobrinos en el paro. Hay que recordar que en aquellos tiempos el mundo
era mucho más pobre y no había ni jabón.

La aritmética fue inventada por un señor que se cortaba las uñas de los
dedos de los pies y no sabía si el pie era suyo, el de su mujer, o el de un
pariente que dormía, desde hacía tres años en el sofá-cama del comedor
de su domicilio en Somosaguas.

La aritmética fue inventada por un señor que repartía panes de a kilo y
que necesitaba saber lo que era un kilo para descubrir el pan, pues el
negocio, sin kilos y sin panes, le iba francamente mal.

La aritmética la inventó un sabio monje tibetano que dormía en una
pensión del barrio chino haciéndose el mongol cada vez que la patrona le
pedía el alquiler y él sufría una repentina crisis de amnesia.

La aritmética fue inventada por un señor barbudo, feo y esponjoso, que
vivía en una cueva de renta limitada, en la calle del Diplodocus Contento, y
que necesitaba un sistema para averiguar cuántas veces se había casado
y cuántos hijos había esparcido por el mundo.

La aritmética la inventó un señor llamado Adán, al fundar la primera
empresa de exportación de manzanas Golden Imperial.

La aritmética, una ciencia con futuro.

© Accidents Polipoétics
From: Todos Tenemos la Razón
Barcelona: ed. La Tempestad, 2004
Audio production: 2006, M.Mechner / Literaturwerkstatt Berlin

Arithmetik

Die Arithmetik wurde an einem Regentag von einem Herrn erfunden, der
nichts Besseres zu tun hatte, als die Tropfen zu zählen, die von dem alten
Hut eines skeptischen Rabbiners fielen.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn erfunden, der einen gebrauchten
Omnibus kaufen wollte und nur Tausend von den damals gültigen Peseten
hatte.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn erfunden, der eine gelangweilte und
x-beinige Schwägerin hatte, die immer zwei Stufen auf einmal nahm, und
alle vier schnaufte, wenn sie die zwanzig Treppenstufen bis zu ihrer
Wohnung erklomm.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn erfunden, der auf die Spitze der Welt
kletterte und sagte: sechs Ozeane, drei Bäume, zwölf Telefonmasten, ein
Auto und dreißig Neffen ohne Arbeit. Man muss sich daran erinnern, dass
die Welt zu jener Zeit viel ärmer war, und es nicht einmal Seife gab.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn erfunden, der sich die Fußnägel
schnitt und nicht wusste, ob der Fuß ihm gehörte, seiner Frau oder einem
Verwandten, der seit drei Jahren auf dem Ausziehsofa im Esszimmer seines
Hauses in Somosaguas schlief.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn erfunden, der Brot kiloweise
verkaufte und der erst wissen musste, was ein Kilo war, um das Brot zu
entdecken, denn, ehrlich gesagt, sein Geschäft lief schlecht, ganz ohne
Kilos und ohne Brot.

Die Arithmetik wurde von einem weisen tibetanischen Mönch erfunden, der
in einer Pension in Chinatown schlief und sich jedes Mal dumm stellte,
wenn die Wirtin kam, um von ihm die Miete zu kassieren, und begann, an
einem plötzlichen Gedächtnisverlust zu leiden.

Die Arithmetik wurde von einem bärtigen, hässlichen, aufgedunsenem
Herrn erfunden, der in einer Höhle mit reduzierter Miete in der Straße Zum
Zufriedenen Diplodocus wohnte, und der ein System brauchte, um
herauszubekommen, wie oft er geheiratet und wie viele Kinder er in alle
Welt verstreut hatte.

Die Arithmetik wurde von einem Herrn Adam erfunden, als er das erste
Exportunternehmen für Äpfel der Sorte Golden Imperial gründete.

Die Arithmetik, eine Wissenschaft mit Zukunft.

Übersetzt von Timo Berger