N. ÜBERQUERT DIE ALPEN, TAIPEH

naturbelassene Hosen des
Eroberers der ausländischen

Welt, Rasiermesser, Schach
figuren, mit denen er auf
 
St. Helena noch spielte,
nun auf diese Insel gesperrt.

Sein chinesengroßes Feld
bett. Vergrößerung: dann,

ein Nebenflügel, auf Stoff
blumen erscheinende eigene

Geschichte, Minischrift
zeichen auf Eierschalen

stele im Schaukasten mit
Lupeneinsatz, oder, in der

Eingangshalle, der Kaiser
bezwinger als Bronzekoloss.

Der Starre steife Pausen, wenn
ein Bediensteter der Ehren

wache den Nacken massiert,
kann sich entpuppen,

bevor sie, mit versetzten
Schritten, abgelöst wird.

Im Freien, am Teich,
bewegt womöglich ein

Baum das Chi eines
Mannes, der übt: seine

Alpen überqueren, und
dabei hineinbröckeln.

© Dieter M. Gräf
From: Buch Vier. Gedichte
Frankfurt am Main: Frankfurter Verlagsanstalt, 2008
Audio production: 2006 Literaturwerkstatt Berlin

Los velos del eclipse (final)

Mira la luna, el teatro del mundo bajo los velos del eclipse!
En voz muy baja, vencido, nos habla de imposibles amores
este bajel del silencio que llamamos recuerdo.
Guardamos lengua y palabras en la embriagada madriguera de la
                                                                                    noche.
Y todo permanece mudo. Sólo los astros, viejos pregoneros,
gritan el triunfo de esta ciega noche de pájaros.
¿Lo oyes? Afila la tempestad la cerrada aurora, y el cielo,
pájaro cautivo en una llama, transmuda el tiempo muerto.
Comienza a caer el velamen, ilusorio imperio
de mil lenguas de fuego reluciente, la cumbre abierta
en negro y rojo: comienza la desnudez cerrada del final.
Donde las puertas de la estancia estelar llena de espejos
cierran el armario cósmico. Donde la encendida púrpura, el ángel
incandescente y desnudo, ahoga carbonizadas claridades.
Donde la luz besa el agua y el agua quema la tiniebla.
Escucho el murmullo del cielo, el pálpito de la luna
y el sol lanza la amarga plomada del amor.
Llevo los dedos manchados de sangre y los dientes cariados de luz.
Como humo, evaporo la memoria que me ataba mortecino
a la tiniebla y abro el pecho al tétrico cancerbero solar.
No existe plenitud más vacía ni vacío más pleno,
no existe ausencia más cruel y dulce, más palpitante,
que el espejado y oscuro exterminio de las esferas.
Así el hombre, por un instante perdido en el plenilunio,
temblorosa saeta en el arco del tiempo, príncipe o esclavo,
hace del sueño la razón, de la muerte vida, de la forma
la encendida materia. Del imaginario eclipse realidad.
Si amor es ficción, si la luz que ansío que me queme y encienda
es callada y lenta ficción ¿qué nos queda, futuro, del mundo?

Desnudo, sueño el instante. Con muda transparencia, cimbrea el cielo
la guadaña corrediza de la luz. Rueda la cabeza de la tiniebla.
Ahora, evanescente, siento el latir del pulso en la arboleda.
Un aliento quemado, esquivo y tembloroso, cierra la multicolor
mano del crepúsculo cimbreante. Sazona la tierra el viento.
Y recuerdo: recordamos la palabra profunda y fría de la muerte:
con los ojos se cierran los signos de la carne.
Con la sombra el tacto, con la luz todo el ser.

Traducción al español de Joaquín Marco