weggaan

je moet geen afscheid nemen
je moet het huis verlaten
zonder om te kijken

je draagt het warm en wakker
bewoont het ook afwezig
je moet geen afscheid nemen

in door tijd verkleurde bladen
blijven woorden dromen
krachtiger dan daden

in mei bloeien de bomen
ook de oudste boomgaard
staat in gloed

je moet geen afscheid nemen
je moet het huis verlaten
zonder om te zien

© Bibliofiel
From: Weggaan. Een gedicht in zeven talen.
Rekkem: Bibliofiel, 2002
Audio production: Flemish Literature Fund, Antwerp, 2007

Dictado de amor

“El amor que os tengo todos los miembros me astilla” 
                                                Jordi de Sant Jordi

Desvelado por una legañosa ansia de palabras,
veo la luna que lejos debe brillar en Belleville
y me devuelve descalzo por azoteas llenas de añoranza
al mansárdico embrujo de un París que era fiesta.
Yo tenía por aquel entonces fe roja en Kropotkin,
fiebre de ángeles como Rilke y más hambre que Vallejo.
Yo leía tentado de insurgente negritud
Aimé Césaire, Senghor, y escribía alquilado
en el infierno de Rimbaud, marginal, ávidos versos.

¿Tanto tiempo ha pasado? ¿No soy ya aquel encendido
joven de ágiles sentidos que, en un gesto amistoso
de mitómano, lanzó por Celan flores al Sena?
¿Dónde están ahora las nieves de Villon o las rosas
de Ronsard o las noches de desván que, lento,
aprendía en Camus el alfabeto de ser un hombre?
Yo admiraba a Gauguin, yo también era Madame
Bovary y, con los ojos sin aliento por el Voyage,
exhumaba aturdido la prosa áspera, el discurso
gargajoso del calvario inclemente de Céline.

Ahora sé que ningún golpe simbolista de dados
no podrá mallarmoso abolir nunca el azar
ni ningún lírico barco me llevará hacia el sur.
Existo porque escribo. Pálido de albas, isleño
medular que se abraza a la lengua, malduermo
siempre con pluma y papeles enlibrados junto a la cama
por si llega, como ahora, imparable el poema.

Yo no me senté nunca en el Deux Magots o el Flore,
ni te fui infiel ni te dije ninguna mentira.
Yo me buscaba celoso de ser libre por verdes
bulevares de bello nombre que con los dedos entumecidos de invierno
ya evocaba abocado sobre un atlas roto
cuando en los límites del viento naufragaban gaviotas.

Caminante de calles utrillanas que conozco
como los nudos de la mesa manchada donde escribo,
llevo grabado en la piel salobreña el perfume
de una tarde estival que, feliz y extranjero,
en el viejo Bois de Boulogne, con ternura y pan duro,
leí, luminosas, las Cartas a Theo.

Maduro de años y recuerdos que corroe el olvido,
menorquín hasta el tuétano encalado de mis huesos,
te quería y te quiero con un quemante amor…
Mientras te miro segrego, estigmado, poesía.

Yo también me moriré en París con aguacero.

¡No puedo ser ni soy más que literatura!

Traducción al español de Jesús Vilalta Lora