Dirceu Villa

portugiesisch

Alfredo Fressia

spanisch

O cutelo

São ossos. E às vezes, a banha amarela nos ossos;
e às vezes, o sangue vermelho nas unhas.
São porcos, ou são as cabeças dos porcos,
penduram num gancho as cabeças,
ou a cara de estúpida morte dos porcos
no vidro embaçado do açougue.
Ou o branco, mas branco embebido de rosa,
o sangue no sonho de tripas,
sonha o açougueiro: que empunha um cutelo.
E o branco avental que se banha
ou que bebe, o sangue que salta dos nervos
num abraço com ossos, onde vibra o cutelo,
e como brilha o cutelo que corta:
é essa a virtude do aço no punho, que sobe,
ou a ameaça na roda vazia que o prende
no espaço do açougue, visível aos olhos,
anúncio de corte. Ou espeta seu fio numa pedra,
e o único olho vazio se concentra, à espera da carne.
São cortes na pedra lanhada de sangue,
ou fendas, de onde a morte o espreita,
açougueiro no sonho vermelho, acariciando
o fio afiado, o sorriso sutil do cutelo,
que corta. E então o cutelo é outra coisa:
nem porcos, nem nervos, nem ossos,
nem mesmo o açougueiro que o sonha,
mas parte extensiva do braço que o vibra,
e parte indelével do que ele mutila,
o fio afiado, o sorriso sutil do cutelo, que corta.

© Dirceu Villa
Aus: Icterofagia
São Paulo: Hedra, 2008
Audioproduktion: Literaturwerkstatt Berlin 2012

El cuchillo

Son huesos. Y a veces, la grasa amarilla en los huesos;
y a veces, la sangre bermeja en las uñas.
Son chanchos, o son las cabezas de los chanchos,
cuelgan en un gancho las cabezas,
o la cara de estúpida muerte de los chanchos
en el vidrio empañado de la carnicería.
O el blanco, pero blanco embebido de rosa,
la sangre en el sueño de tripas,
sueña el carnicero: que empuña un cuchillo.
Y el delantal blanco que se baña
o que bebe la sangre que salta de los nervios
en un abrazo con huesos, donde vibra el cuchillo,
y cómo brilla el cuchillo que corta:
es esa la virtud del acero en el puño, que sube,
o la amenaza en la rueda vacía que lo atrapa
en el espacio de la carnicería, visible a los ojos,
anuncio del corte. O espeta su filo en una piedra,
y el único ojo vacío se concentra, a espera de carne.
Son cortes en la piedra golpeada de sangre,
o hendiduras, desde donde la muerte lo acecha,
carnicero en el sueño bermejo, acariciando
el filo afilado, la sonrisa sutil del cuchillo,
que corta. Y entonces el cuchillo es otra cosa:
ni chanchos, ni nervios, ni huesos,
ni siquiera el carnicero que lo sueña,
sino una parte extensiva del brazo que lo vibra
y una parte indeleble de lo que él mutila,
el hilo afilado, la sonrisa sutil del cuchillo, que corta

Traducción: Alfredo Fressia