Frank Báez

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Timo Berger

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La Marilyn Monroe de Santo Domingo

Soy la Marilyn Monroe de Santo Domingo. 
Tengo seis pies cuatro pulgadas. 
Dos pulgadas más cuando uso tacos. 
Tengo un lunar en las nalgas. 
 
Salgo con poetas de los ochenta. 
Salgo con chiriperos, guachimanes, 
modelos, ingenieros, artistas plásticos,
levantadores de pesas, abogados, rubios,
funcionarios, toleteros, parqueadores de carros. 

Soy la asidua al Bingo,  
la que se mete en la cartera
su Hojas de Hierba
(traducción de León Felipe)
y se pierde en la nada. 
La que bebe café en las paradas,
la buscamacho, la pitonisa, la megapoeta,
la que llora al final de la película
sin que nadie la abrace. 
Soy monstruo que menstrua
la que se sienta en las barras a beber, 
se ajuma y le pone cara de asco
a todos los cueros y le quema las falditas
con los cigarrillos cuando pasan.
La que quiso secuestrar a Anthony Ríos.
La que se inyecta hormonas en las piernas.
Soy la Cicciolina.
Soy Tiresias.  
La que escribe encuera.
Ese mujerón que los espejos
de los moteles multiplican
cuando la ponen en cuatro.
La que se sienta en el último banco
de la iglesia con un ojo morado.
Miss Boca Chica mil novecientos noventa y cuatro.  
Esa que fuma en el malecón mirando
los barcos con luces encendidas.
La estudiante de segundo semestre de enfermería.
La rubia que maneja ambulancias, OMSAS,
voladoras, patanas. 

Soy la MARILYN MONROE DE SANTO DOMINGO. 
Soy la MARILYN MONROE DE SANTO DOMINGO. 
No, no, eso seguía ahí.
No me lo había mochado. 
No tenía dinero con qué. 
Así que un día pensé en hacer recitales
pa’ recolectar dinero y hacerme la operación.
Llamé por teléfono a mis amigos poetas.
Me acuerdo que pasaban una canasta
como en las misas
y yo me paraba ahí en el escenario
pin pun la Marilyn Monroe de Santo Domingo
leyendo mis versos y agradeciendo los aplausos. 
Gracias amigos poetas.
Gracias señor Ministro de Cultura.
Muchas gracias.

Me sigue una turba con piedras.
Me apedrean en la Mella. Me apedrean
en los Car Wash de San Isidro,
de los Mameyes, de la Charles y de Villa Mella. 
Detrás del estadio Quisqueya.
Me golpean, me vejan, me vocean.    
Me dan una salsa. 
Se echan arriba de mí uno a uno.
Yo me he perdido.
No estoy aquí.
Repito: yo me he perdido
y no sé cómo encontrarme.
Ando por los cuatro puntos cardinales buscándome
en procesión con todas las que fui
y con las que seré y con las que no he de ser.
Duermo en camas de hospitales,
pensiones, moteles, parques. 
Tomo duchas. Muchas duchas.
El tinte me resbala por la cara
y por el maquillaje.
Siento que me voy despedazando
y que los pedazos de mí van cayendo uno a uno
llevándoselos el agua de la ducha
que va cayendo y llevándome
hasta el desagüe.

Heme ahí en la cola de un Setenta. 
Bailando con tres hombres en un patio. 
Caminando con un taco doblado.
Masajeando turistas italianos. 
Sentada sobre mi maleta
pidiendo bolas en un cruce.
Se paran dos en un Toyota.
El que maneja me dice
Hola rubia mi amol pa dónde tu va
y yo respondo go LA
all the way down to LA

o sea, Los Alcarrizos. 
Me dejan trece kilómetros más allá.
Camino al otro lado de la pista
y ellos se quedan ahí mirándome
hasta que de este lado
se para un camión de Leche Rica
y me monto. 

(Abro un paréntesis aquí para advertir
que tienen que hacerse el examen del sida.
Yo me lo hago anual.
A más tardar se lo dan en una semana.
Ciento ochenta pesos por la UASD.)

Salgo con divorciados, viudos, ateos, curas, críticos de arte,
psicoanalistas, ex suicidas, salsómanos, pasoleros,
haitianos, pastores evangélicos, payasos, enfermos terminales,
esquizos, boxeadores arruinados. 

Despierto en Puerto Plata.
Tengo visiones en Azua.
Veo al Papa bailando salsa.
Veo iglúes en Haina y los Tres Brazos.
Esquimales en colmados. Pingüinos en Mao. 
San Agustín con las pestañas de Charityn. 
Ovnis abduciendo senadores y diputados.     

Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol.  
Hay en el mundo un mismo país colocado en el trayecto del sol.  
Hay el mismo trayecto del sol colocado en un país del mundo. 
Hay el trayecto del sol en el mismo mundo de un país colocado.  

Viajo a Nueva York con un pasaporte falsificado.

MARILYN MONROE caminando de nuevo por la Quinta Avenida. 
MARILYN MONROE CON UNA BARBA DE TRES DÍAS. 

Desayuno en Tiffanys.
Bebo Champagne en limosinas.  
Corro por mi vida en Corona.
Toco el acordeón en una esquina.  
Peleo en Soho.
Lloro frente al Hudson. 
Recito en el Nuyorican Café.
Decimeros, poetas y raperos
me lanzan ramilletes de flores.
Firmo autógrafos.
Reparto besos.
De repente las puertas estallan.
Los de migración me esposan.
Me empujan mientras
el público los abuchea y arroja botellas. 
Suenan disparos. 
Ellos me deportan.

Soy la Marilyn Monroe de Santo Domingo.
Me depilo entera.  
Me empolvo. Me maquillo.
Me pongo un abrigo de pieles
lista pal próximo recital.

Soy la MARILYN MONROE DE SANTO DOMINGO.
Soy la MARILYN MONROE DE SANTO DOMINGO.
Soy la MARILYN MONROE DE SANTO DOMINGO.
¿Qué se va a hacer?

© Frank Báez
Aus: Este es el futuro que estabas esperando
Bogotá: Editorial Seix Barral, 2017
Audioproduktion: Haus für Poesie / 2017

Die Marilyn Monroe Santo Domingos

Ich bin die Marilyn Monroe Santo Domingos.
Ich bin ein Meter 93 groß.
Fünf Zentimeter größer, wenn ich Absätze trage.
Ich habe einen Leberfleck am Po.

Ich gehe mit den Dichtern der Achtziger aus.
Gehe aus mit Glückspilzen, Securityleuten,
Modells, Ingenieuren, Künstlern,
Gewichthebern, Anwälten, Blonden,
Beamten, Schlägern, Autoeinparkern.

Ich bin eine ausdauernde Bingo-Spielerin,
bin die, die ihre Leaves of Grass
(in der Übersetzung von Léon Felipe)
in die Handtasche steckt
und sich irgendwo verirrt.
Die, die an Haltestellen Kaffee trinkt,
die Männchensucherin, die Niedliche, die Superdichterin,
die, die am Filmende heult
und niemanden hat, der sie dabei umarmt.
Ich bin das Monster, das menstruiert,
die, die sich an die Bar setzt, um zu trinken,
sich beschwipst und alle Nutten
angeekelt ansieht und ihnen die Röckchen ansengt
mit einer Zigarette, wenn sie vorbeigehen.
Die, die Anthony Ríos entführen wollte.
Die, die sich Hormone in die Beine spritzt.
Ich bin die Cicciolina.
Bin die weibliche Tiresias.
Die, die nackt schreibt.
Dieses Vollweib, das die Spiegel
der Motels vervielfachen,
wenn sie auf alle viere geworfen wird.
Die, die sich in der Kirche
mit einem blauen Auge in die letzte Reihe setzt.
Miss Kleiner Mund neunzehnhundertvierundneunzig.
Die, die an der Strandpromenade raucht und die Schiffe
mit leuchtenden Lichtern betrachtet.
Die Krankenschwester im zweiten Ausbildungsjahr.
Die Blondine, die Krankenwagen fährt, OMSA-Busse,
Minibusse, Sattelschlepper.

Ich bin die MARILYN MONROE SANTO DOMINGOS.
Ich bin die MARILYN MONROE SANTO DOMINGOS.
Nein, nein, der ist immer noch dran.
Ich hab ihn mir nicht abschnippeln lassen.
Ich hatte kein Geld.
Also dachte ich eines Tages, ich sollte Lesungen organisieren
Um Kohle einzutreiben und mich zu operieren.
Ich rief meine Dichterfreunde an.
Ich erinnere mich, dass sie ein Körbchen rumgehen ließen
wie im Gottesdienst
und ich stand auf der Bühne
Ta ta ta ta die Marilyn Monroe Santo Domingos
las meine Verse und bedankte mich für den Applaus.
Danke, liebe Dichterfreunde.
Danke, Herr Kulturminister.
Vielen Dank.

Mich verfolgt ein Mob mit Pflastersteinen.
Sie steinigen mich in der Mella. Steinigen mich
in den Car Washs von San Isidro,
von Los Mameyes, von Charles und von Villa Mella.
Hinter dem Stadion Quisqueya.
Sie schlagen mich, belästigen mich, schreien mich an.
Sie traktieren mich nach allen Regeln der Salsa.
Sie werfen sich einer nach dem andern auf mich.
Ich habe mich verirrt.
Ich bin nicht hier.
Ich wiederhole: ich habe mich verlaufen.
und ich weiß nicht, wie ich wieder zu mir finde.
Ich gehe in alle vier Himmelsrichtungen, um mich zu suchen
Mit mir alle, die ich gewesen bin
und die ich sein werde und die ich nicht sein muss.
Ich schlafe in Krankenhausbetten,
Pensionen, Motels, Parks.
Ich dusche mich. Dusche mich oft.
Die Tusche läuft mir übers Gesicht
und das Makeup.
Ich fühle, dass ich zerbröckele
und die Stückchen von mir eines ums andere zu Boden fallen
dass mich das Duschwasser mitreißt
das auf mich prasselt und mich
bis zum Abfluss spült.

Da bin ich in der Schlange des 70er-Busses.
Tanze mit drei Männern in einem Hinterhof.
Gehe mit einem umgeknickten Absatz.
Massiere italienische Touristen.
Sitze auf meinem Koffer
an einer Kreuzung und trampe.
Zwei in einem Toyota halten an.
Der Fahrer fragt.
Hi Blondy, wo willst du hin, Schätzchen?
Und ich antworte go LA
All the way down to LA

Das heißt nach Los Alcarrizos.
Sie setzen mich dreizehn Kilometer davor ab.
Ich gehe auf die andere Straßenseite
und sie bleiben stehen, beobachten mich
bis auf meiner Seite
ein Milchlaster von Leche Rica hält
und ich einsteige.

(Ich öffne eine Klammer, um darauf hinzuweisen,
dass ihr einen AIDS-Test machen müsst.
Ich mache jährlich einen.
Allerspätestens in einer Woche bekommst du das Ergebnis.
Für hundertachtzig Pesos in der Uni)

Ich gehe aus mit Geschiedenen, Witwern, Atheisten, Priestern, Kunstkritikern,
Psychoanalytikern, Ex-Selbstmördern, Salsasüchtigen, Rollerfahrern,
Haitianern, Baptistenpredigern, Clowns, Sterbenskranken,
Schizzos, abgebrannten Boxern.

Ich wache in Puerto Plata auf.
Habe Visionen in Azua.
Sehe den Papst Salsa tanzen.
Sehe Iglus in Haina und Los Tres Brazos.
Eskimos in Tante-Emma-Läden. Pinguine in Mao.
Den Heiligen Augustin mit den Wimpern von Charytín.
Ufos die Senatoren und Abgeordnete entführen.

Es gibt ein Land in der Welt gesetzt genau in den Weg der Sonne.
Es gibt in der Welt genau ein Land gesetzt in den Weg der Sonne.
Es gibt genau den Weg der Sonne gesetzt in ein Land der Welt.
Es gibt den Weg der Sonne in genau der Welt eines gesetzten Landes.

Ich reise nach New York mit einem gefälschten Pass.

MARILYN MONROE spaziert wieder über die Fifth Avenue.
MARILYN MONROE MIT EINEM DREITAGEBART.

Ich frühstücke im Tiffanys.
Trinke Champagner in Limousinen.
Renne um mein Leben in Corona.                
Spiele an einer Ecke Akkordeon.
Kämpfe in Soho.
Weine am Hudson.
Trete auf im Nuyorican Café.
Narren, Dichter und Rapper
werfen mir Blumensträuße zu.
Ich gebe Autogramme.
Verteile Küsse.
Plötzlich knallen die Türen.
Die Grenzer verpassen mir Handschellen.
Sie stoßen mich, während
das Publikum sie ausbuht und Flaschen wirft.
Schüsse erklingen.
Sie schieben mich ab.

Ich bin die Marilyn Monroe Santo Domingos.
Ich depiliere mich am ganzen Körper.
Pudere mich. Schminke mich.
Schlüpfe in meinen Fellmantel,
bereit für die nächste Lesung.

Ich bin die Marilyn Monroe Santo Domingos.
Ich bin die Marilyn Monroe Santo Domingos.
Ich bin die Marilyn Monroe Santo Domingos.
Was sonst!

Aus dem dominikanischen Spanisch von Timo Berger