Andres Sanchez Robayna
spanisch
Wolken darüber. ich weiß nur das eine
Ich gehe neben dem Rad.
Der Wagen ist höher als ich.
Er fährt eine hohe Fracht.
Dahinter die Giebel stehn
zart mit der Luft.
Sie schließen die Dächer.
So steigt es rechts von mir weiter.
Dann endet es, aber rechts vorn
ragt der Kastanienbaum.
Ein Landweg, im Dorf, eine
Dorfstraße, unsere.
Die Fuhre fährt hinaus.
Der Fuhrmann auf seinem Kutschbock?
Blickt lustig. Die Ochsen blicken wie Ochsen.
Ich blicke ernst.
Wer entgegen kommt, sieht es.
Ich bin eine Achtjährige.
Der Fuhrmann - im Alter des Fuhrmanns.
Die Ochsen sind ihr Teil Ochsen.
Neben meiner Schläfe rechts
das Trapez der hölzernen Wagenwand.
Links - nichts, der Garten; entfernt,
wo er endet, das Elternhaus.
Ich gehe mit der Fracht.
Der Fuhrmann blickt verschmitzt.
Unter dem Mützenschirm
die ewigen Lachfältchen.
Ich bleibe neben dem Rad,
als sei ich es, die ab und zu
achtsam die Zügel bewegt.
Unter den Schwingen, was ist.
Ein sachter Flug.
30.11.1997 / 23.1.1998
Aus: Sachverstand
Basel, Weil am Rhein, Wien: Urs Engeler Editor, 2000
ISBN: 3-905591-10-3
Audioproduktion: 1999 M. Mechner, literaturWERKstatt berlin
Las nubes por encima. Tan sólo sé una cosa
Ando junto a la rueda.
La carreta es más alta que yo.
Transporta una elevada carga.
Quedan atrás
fachadas delicadas con el aire.
Rematan los tejados.
Todo se eleva aún más a mi derecha.
Termina entonces, pero a la derecha, delante,
el castaño se yergue.
Un sendero, en la aldea, una
calle de aldea, nuestra.
La carreta se aleja.
¿El carretero en su pescante?
Mira alegre. Los bueyes miran como bueyes.
Yo miro grave.
Lo mira aquel que viene hacia nosotros.
Tengo ocho años.
El carretero, edad de carretero.
Los bueyes forman parte de los bueyes.
A la derecha, al lado de mis sienes,
el trapecio de tablas del carruaje.
Nada, el huerto, a la izquierda; y a lo lejos,
donde el huerto termina, la casa familiar.
Voy con la carga.
Mira con picardía el carretero.
Debajo de la gorra de visera,
las pequeñas arrugas eternas de la risa.
Sigo junto a la rueda,
como si fuera yo la que agitara
cuidadosa las riendas.
Es cuanto existe ahora, bajo riendas aladas.
Un dulce vuelo.
Los soliloquios son apenas rumores del mar
pues el propio yo, como lo teníamos
-bajo celos e hipócritas parpadeos divinos-,
el oro
puro
de nuestras garras en Klondike, en Siberia, en los Cárpatos...
extraordinariamente blando
y maleable, dúctil
mecánicamente procesable, de
lenta reacción,
custodia de oro, que te inclinas por tu tallo,
ni oye ni habla,
una esencia
del cerebro más íntimo,
oh blástula, oh gástrula, oh huésped
de mares alejados, y que viaja
con estanques que fueran ascendiendo,
ameba, oh
en el oído del estanque hay rumores del mar.
© Andres Sanchez Robayna