Tálata Rodríguez
Hoy Mark Ribot pasea solo
Hoy Mark Ribot pasea solo
Tengo una solución para mi parte del problema:
alguien dulce, lindo e inteligente, elegante, sensible
(entonces te olvidarías de mí)
¿Te acordás de esas noches locas de tequila?
¿Te acordás cómo le latía el corazón al caballo que montamos
y que nos perdió entre la maleza de un bosquecillo añoso
para llevarnos luego hasta la estancia donde una pareja de viejos
le alisaba las crines con un peine de marfil?
Noches que no terminan. Lo difícil no es escribir
sino seguir escribiendo. ¿De quién es esta idea?
Vamos por partes, descuartizados.
Descuartizados por trenes que parten rumbo al extranjero,
por trenes que arriban desde tierras sin nombre
con sacos de dinero provenientes del mercado negro de diamantes,
con bolsas de arena y verduras de sabor amargo,
una araña, un tapir, un cuis,
cualquiera sabe de qué estoy hablando.
Cuánta ciudad, soledad
El desayuno de una mujer desnuda,
el pavo real que se comerá al banquero,
superficies que se quiebran al rozarse,
La taza de arroz, el sombrero de un gato que pasó
frente a la puerta de tu camarote de oro.
¿Alguien más escucha el canto de este pájaro?
Sí, yo, pero no le presto atención
porque también canto
No pasan las horas en el desierto.
Ciudad, sola.
Las horas que no pasan, pesan
Las a y las e descubiertas en una edad de hierro,
aprendiendo a fingir sus propias armas
amar armar amar
En mares de frutilla flota un barco
En mares de crema se ahoga un grumete
A la deriva, nuestros niños darán con una isla
y en la primer primavera brotará de sus pechos
una sepultura florida para que los amantes del futuro
escojan ramilletes gratuitos, robados de sus tumbas
y sean cada vez más egoístas.
Ahí terminará todo,
el trazo fino de un cuadro sobrevaluado
El amor es esta cosa que inventamos las mujeres.