Josep Piera

Estoy acostado en la cama, enfermo.
El verano, fuera de mí, grita dichoso
de pájaros el tiempo dulce de la naturaleza.
Tengo cuarenta años pasados. Y ahora,
nuevamente, después de tantos olvidos,
después de tanta muerte acumulada,
unos pocos versos dan el resumen de una vida.
Estoy acostado en la cama, enfermo.
De lejos, por la ventana y la sombra,
me llegan cantos que juegan
de bellos niños, desconocidos y felices.
Juegan al extraño juego del futuro,
al juego del tiempo, el verano, la vida llena.
Yo oigo sus voces distantes y risueñas,
y los veo zambullirse en el agua clara
hechos de luz, desnudos los cuerpos, ricos de gozo.
Enfermo, en la cama, totalmente solo, acostado
–también los recuerdos quedan lejos, criaturas–,
no me queda otro juego que la esperanza.

Sono steso a letto, malato.
L’estate, fuori di me, chiama gioiosa
di uccelli il tempo dolce di natura.
Ho quarant’anni passati. E ora,
di nuovo, dopo tanti oblii,
dopo tanta morte accumulata,
pochi versi fanno il riassunto di una vita.
Sono steso a letto, malato.
Da lontano, dalla finestra e l’ombra,
mi giungono canti che giocano
di bei bambini, sconosciuti e felici.
Giocano il gioco strano del futuro,
il gioco del tempo, dell’estate, della vita piena.
Io ne sento solo le voci, lontante e allegre,
e li vedo tuffarsi nell’acqua chiara,
fatti di luce, nudi i corpi, ricchi di gioia.
Malato, a letto, completamente solo, distesto
-anche i ricordi restano lontani, fanciulli-,
non mi resta altro gioco che la speranza.