Gloria Dünkler
Blut der Eiche
¿Y si mordieras lo que palpita aquí adentro?
Ahora te llevo a la mesa de la curtiembre,
preparo el vino
y enciendo la ópera predilecta:
la compañía de lobos y serpientes,
el vuelo de brujos,
nuestros sueños ardiendo en las brazas.
Cantaré a tus padres y el triunfo será mío,
verás que al fin cortaré el nudo del secreto.
Seamos caudillos en estas líneas,
que otros descubran el rastro,
que sean testigos aunque no lo quieran.
Y para que nadie se interponga
dominemos el hacha y el fuego.
No cantaremos a la rosa ni la haremos florecer aquí,
vamos a deshojarla hasta hacerla sangrar,
hundirla en sus espinas, asesinarla, que así sea.
No lo quiere dios ni las leyes mortales,
lo trama la vida desde el misterio,
lo ordenan los linajes que se unen bajo tierra
cuando se trata de escoger,
de enseñar un canto al hijo que viene.
Entonces diremos:
la vida nos ligó al mismo árbol, tu brote y el mío,
erguidas nuestras hojas, enredadas.
En tiempo de cosecha
unimos los pedazos de un mural secreto
en el carozo, en el jugo, en la pulpa
se estruja lo rubio y lo moreno.
No fuimos cerezo ni manzano
sino un injerto de lenguas,
un canto de huesos y nervios.